Cuando Cáncer llega, establece los cimientos, una base sólida de “hormigón armado” en la naturaleza; esta base es el germen, el núcleo hacia el cual van a converger diversos elementos que contribuirán a su desarrollo. Sobre este núcleo Leo comienza entonces a trabajar, introduciendo una fuerza centrifuga. Aumenta el calor, así como la intensidad del movimiento. Se produce entonces una explosión y la masa comienza a brillar y a proyectar rayos en el espacio. Cuando llega Virgo, declara que es preciso introducir orden y organización a este conjunto. Se pone, pues, a trabajar y cada cosa se coloca en su lugar. Pero el orden es insuficiente, falta un elemento de estética, de armonía, y Libra aporta este elemento. Es el séptimo día (el séptimo signo) y el trabajo se interrumpe para que los obreros puedan descansar y divertirse. En este clima de regocijo, ciertos obreros se olvidan del trabajo y se dejan llevar por la pereza y la desidia. Así es como comienzan a introducirse elementos de disgregación: Escorpio, produciéndose desavenencias y hostilidades. Entonces suena la hora de Sagitario, que posee el don de reconciliar los seres entre sí y de vincularlos al Cielo. Cuando aparece, canaliza este exceso de energías ardientes, orientándolas (el arco y la flecha que sostiene el Centauro), y poniéndolas al servicio de una actividad superior. Ahora, este mundo bien ordenado, cuyas ruedas funcionan perfectamente, tiende a cristalizarse y a cuajar bajo la influencia de Capricornio, y la vida comienza a alejarse. Entonces, para que no sea destruido el materialismo, Acuario pone en acción las corrientes poderosas del espíritu. Cuando llega Piscis proyecta la paz sobre el mundo. En esta paz y en esta armonía universales, la vida se vuelve pura, sutil, hasta que todo se funde y regresa al Océano de los orígenes...
“El zodiaco, clave del hombre y el universo” Omraam Mikhaël Aïvanhov
“El zodiaco, clave del hombre y el universo” Omraam Mikhaël Aïvanhov
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