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domingo, 24 de octubre de 2010

El hombre Capricornio

El hombre Capricornio es el sofisticado consumado del zodiaco. Se trata de un anacrónico de primer orden, una anomalía que vive y respira y que, aunque existe en un mundo completamente moderno, evita todas las cosas nuevas y la cultura imperan te. Como un monarca depuesto, tiene modales majestuosos y señoriales al mismo tiempo que una actitud de hastío, nostalgia y desaliento perpetuos. No hay nada que lo impresione ni lo excite, su protocolo personal es mantenerse sereno y distante en cualquier circunstancia, encarnando una sensación final de tranquilidad que es su permanente razón de ser. Una irónica amalgama entre sensibilidad muy, y muy poco, intelectual, Capricornio es, a la vez, un epicúreo autodidacta y un bromista travieso, un sibarita auténtico que antepone en la vida la búsqueda del placer y la diversión, y una persona absolutamente de bien que no teme al trabajo duro. Para él, la vida es un auténtico banquete, y está en primera línea ante la mesa del bufé sin necesidad de luchar o anhelar nada porque, según sus criterios, el algo sólo trae conflictos. Cuando se trata de amor, le atraen las mujeres con los valores de la vieja guardia, cuando no con sólidas inversiones de toda la vida, con las que pueda compartir un estilo de vida tradicional: él en la primera línea de fuego y ella apoyándolo alegremente y brindándole una vida hogareña estable y funcional. Por muy arcaico que suene, Capricornio es una especie de reliquia en lo tocante' a las relaciones: su pareja perfecta es una esposa muy señora que comparta sus criterios tradicionales sobre la familia y que no cuestione su autonomía. En los vínculos homosexuales, el hombre cabra se siente atraído por personajes cándidos y pastoriles, chicos de campo sanos y vaqueros inocentes, a los que quiere introducir e su estilo de dandy desencantado.

Cuerpo y alma

El hombre Capricornio es, con diferencia, el personaje masculino más afectado de la rueda astrológica. Y aunque esta afirmación pueda sonar despectiva, no lo es. Porque el muchacho cabra se da unos aires tan encantadores y empieza desde tan joven que, cuando llega a los veinte, sus famosas poses están incorporadas a su psique que lo que en cualquier otro se vería como una actitud pretenciosa, en él surge con toda naturalidad. Tal vez como una manifestación del grupo de edad asociado a su signo, de los sesenta y tres a los setenta años, la excentricidad pasada de moda de Capricornio está increíblemente bien representada en su típico estilo de vestir: clásico y de una informalidad muy similar a la que podría haber tenido su abuelo hace cincuenta años. En efecto, dada la regencia de su signo sobre la Décima Casa de la «tradición», si alguien va a aparecer en alguna parte con pantalones de cuadros, un cárdigan y hasta un pañuelo al cuello, es nuestro Capricornio de época. Ya en su juventud hay algo en su atuendo que da la sensación de alguien recién jubilado, como si se vistiera con la identidad de una persona que se ha ganado su derecho a retirarse y relajarse. Irradia indiferencia por cada poro de su físico fuerte y esbelto, siempre tranquilo, cuando no abúlico, mientras se apoltrona en algún sofá o se apoya contra una pared. Tanto en actitud física como en su discurso, Capricornio comunica que vive el momento, a veces hasta el ridículo. Y el sentido de cada palabra que utiliza da idea de su tendencia inherente a «refugiarse», especialmente en el pasado.

El mundo, tal como él lo ve, está en decadencia, y lo pone de manifiesto no sólo en su estilo de vestir y sus modales, sino en su afición por las reliquias doradas de eras olvidadas, ya sean coches de época, ciudades antiguas, acontecimientos sociales venerables o en su encanto y trato con los demás chapado a la antigua. Cuando participa en alguna reunión social, parece el individuo más gallardo y bien plantado que uno ha visto en su vida. Aunque no sea terriblemente alto, lo parece, porque sus proporciones perfectas lo convierten en el famoso perchero que es. Aunque va de punta en blanco, pero con un toque de indiferencia, con sus colores típicos, gris, pizarra, gris marengo y plateado, siempre lleva alguna floritura: un corte de pelo moderno, una corbata pastel, una clara ausencia de calcetines, un reloj antiguo elegante, el típico sello en el meñique, o, el colmo que lo delata: ese pañuelo al cuello. Con un martini, un manhattan, o cualquier antigualla de trago en la mano, es difícil pasar por alto a este espectacular personaje en una fiesta, mientras habla con ese tono de voz de susurro meloso y una dicción perfecta, en general puro cuento. Pero no vayamos a creer que es una víctima de la pretensión, un adulador o un lameculos trepador que siempre dice sí. El hombre Capricornio no pretende impresionar, y menos en el terreno profesional. Vive la vida como si estuviera en un crucero largo y con lánguido rumbo a la tocaya isla de Capri. En su comportamiento no hay nada ni ligeramente ansioso o agobiado. Y tenga la pasta que tenga, es un caballero a la horade gastar, porque siente, en virtud de la influencia de Saturno, que no tiene nada que perder.
Basta con decir que el varón Capricornio prefiere socializar con un grupito exclusivo a pequeña escala incluso en medio de una reunión enorme. Se escabulle con esa gracia a algún rincón tranquilo y se extiende a sus anchas con sus famosos sermones irónicos y letanías de fondo sobre todo lo cultural que hay bajo el sol, o mejor dicho, que había hace veinte años. Es más que probable que no hable de ningún acontecimiento actual, lo esencial de sus historias, por lo general, se centra en alguna cosa del tiempo de Maricastaña, con una moraleja que siempre gira en torno al tema principal de la nostalgia y un colofón del tipo «era la época en que... ». Se ocupará de hacemos notar que lo «ha visto todo», y sobre lo que no sepa -las cosas nuevas- fingirá tratando de llevar la conversación hacia territorios más conocidos: lo antiguo. Dios nos libre de que no se le haga caso; para el puntilloso del zodíaco, eso significaría una pérdida de las obligaciones culturales y la debida amabilidad. Capricornio siempre está dispuesto a hacernos sentir al resto maravillosamente integrados a un único tejido social: por esa razón los arribistas descarados del planeta reciben su apoyo. Por ejemplo, enseña que la gente no debería trabajar tanto para trepar, cambiar las cosas o demostrar su valía en la vida de cualquier otra manera. Más bien personifica la sensación de haber caído cómodamente allí donde está y aceptar las cosas tal como son, incluso en los momentos malos. Aunque tiene algo de marginal, especialmente cuando funciona por su cuenta, también es un ser de lo más gregario cuando está en compañía de otros. Tiene sus guaridas favoritas -bares muy trillados o restaurantes pasados de moda adonde invita a una serie rotativa de amigos y conocidos, y prefiere jugar de local y que lo atiendan caras conocidas, que lo reciban con suficientes, aunque nunca demasiados, aspavientos.
El varón cabra, la persona perfecta para esos lugares antiguos que le gustan, encarna el atractivo clásico y su aspecto recuerda a los galanes de las funciones vespertinas de antaño. El actor Capricornio, por ejemplo, se distingue por ser un caballero osado, henchido de elegancia, pero a menudo con una sensibilidad excéntrica y poco corriente que, si bien no se nota en su personaje público, queda de manifiesto en su vida privada no tan prístina. Cary Grant, Danny Kaye, Anthony Hopkins, Mel Gibson, Ted Danson, Denzel Washington, Jude Law, Jared Leto, Jim Carrey, Andy Kaufman, Elvis Presley, Ricky Martin, David Bowie y Rod Stewart son sólo algunos de los personajes de mentón hendido y psicología compleja de este signo. Famoso por su exhibición de estilo y sofisticación, Capricornio parece un ser atávico; hasta su agilidad física sugiere que jamás se ha acercado a una de esas máquinas modernas de gimnasio. Suele estar en forma por naturaleza y se mantiene esbelto por medio de deportes corrientes, como correr, nadar, la cinta para andar o la obligada visita de tarde a la pista de tenis. Suele ser más alto y delgado que la mayor parte de los hombres, ligeramente encorvado y de hombros cuadrados pero finos, debajo de los cuales se curva un poco la columna, como si los encogiera en un gesto de permanente resignación. En efecto, el hombre Capricornio no suelta casi ningún suspiro audible en una conversación, como si estuviera resignado a darse por vencido ante el mundo enloquecido y prefiriera dejar que las cosas salieran como salgan. Irónicamente, a pesar de ser un personaje tolerante, también es bastante impositivo, ya que esa despreocupación le otorga una confianza sólida y una presencia viva y cómoda. Como reflejo fisico de ese espíritu sanguíneo, este sofisticado irónico tiene una talla importante e inamovible, los huesos grandes y fuertes -el esqueleto está gobernado por el signo-, por no mencionar sus meteduras de pata, que también son importantes. De hecho, todas las extremidades del Capricornio, incluidos las manos y los pies, son largas, anchas y con las venas muy marcadas.
Este hombre es una mezcla seductora de belleza aniñada y rudeza curtida y preocupada. Aunque tenga un cutis suave como el de un bebé, puede que la frente esté surcada de arrugas desde muy joven y tenga unas líneas nasales muy marcadas. También suele tener atractivos lunares en el rostro y barba muy tupida. De ojos separados, por lo general oscuros y oblongos, con pestañas largas y lustrosas. La nariz parece un poco achatada; la boca es amplia, carnosa, de labios de color rosa oscuro, húmedos como los de un niño, con dientes débiles y blancuzcos a los que suele ponerles fundas. Como si estuviera marcado por, la pezuña de alguna deidad caprina mitológica, suele tener la famosa barbilla partida, lo que le hace acreedor al título de dios caprino Pan. También como Pan, puede ser muy peludo de cuerpo. A pesar de esa estructura pesada tiene huesos alargados. En comparación con el torso esbelto, las piernas pueden dar la impresión de cortas, lo que le confiere un centro de gravedad bajo y un contoneo en el andar acentuado por la cintura y las nalgas arqueadas. Aunque las piernas son delgadas y están cubiertas por un vello denso y duro, los tobillos parecen gruesos y fuertes, ocultando esa tendencia de todos los Capricornio a lesionarse las articulaciones, regidas también por el signo. En general, su físico da imagen de dinamismo, vigor y seducción, que cierta rigidez de movimientos lo salva de parecer demasiado adolescente. El pecho puede ser un poco cóncavo, con pezones insignificantes y una tripa plana, aunque no siempre sólida, cubierta por una mata de vello que se extiende hasta el pubis. El paquete tiende a ser flojo y blando, y presume de un falo bastante carnoso, así como de unos cojones que cuelgan bajo, signo de la sensación de calma inherente en los machos de todo el reino animal, así como otro síntoma claro de la asociación del signo con la decadencia del grupo de edad de los sesenta y tres a los setenta años. Los Capricornio, por lo tanto, encanecen antes que la mayoría de los hombres del zodíaco: las sienes plateadas le dan ese aire típico de sofisticación, muchas veces cuando apenas es un veinteañero. A fin de cuentas, es a través de esa figura mundana y erudita que Capricornio espera' interesar a las personas por las que se siente afectiva y sexualmente atraído.

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