La durmiente
La mujer Capricornio es una exhibición de clase. Es la dama más discreta, menos llamativa; un personaje comedidamente elegante que se deja impresionar poco por cosas «externas» como la fama, las altas finanzas o el pedigrí familiar. El respeto hacia sí misma tiene una importancia primordial: le influyen poco las opiniones ajenas, y se centra en cultivar una calidad de vida que se distingue por el valor moral y la búsqueda del conocimiento espiritual. En este sentido, la reputación es fundamental, decidida como está a que la valoren como una persona profunda. La vida, tal como la ve, es un camino largo y difícil que requiere ritmo y una cuidadosa negociación. La mujer Capricornio no se arriesga frívolamente y tiene fama de ser resuelta, casi premeditada. La circunspección, sin embargo, es la clave de su éxito: nunca se aventura a lo que no está segura de conseguir, sino que da los típicos pasos pequeños y deliberados hacia el éxito, evitando los atajos que podrían aportarle un meteórico ascenso, tanto en lo profesional como en lo personal.
La Capricornio cree que nada de lo que vale la pena se consigue con facilidad: o sea, que no cae del cielo. Adopta una actitud similar hacia el amor y el sexo. Rara vez, por no decir nunca, se precipita en una relación, sino que deja, más bien, que los vínculos vayan floreciendo con el tiempo. Le gusta el hombre de inteligencia creativa y vida interior sólida, y apela a la necesidad de éste de una relación de larga distancia valiosa. La mujer Capricornio es el «ser querido» por excelencia: cuando se la mira a los ojos resulta claro que no es alguien con la que se pueda jugar. En las relaciones lésbicas, tiende a ser menos pesada.
Cuerpo y alma
La mujer Capricornio parece la más intocable de todas las del zodíaco, poco en ella sugiere interés en atraer la atención o el afecto del sexo opuesto. La regencia conservadora de Saturno sobre la chica cabra determina que se centre en sí misma, en el cultivo de sus recursos privados internos, más que en cualquier preocupación externa por o en respuesta a los demás. La Capricornio, cualquier cosa menos fanfarrona, es una elegante criatura de tierra cuya preocupación principal es su propia satisfacción, que logra intrínsecamente a través de una proliferación constante de auto~stima. Como no le gusta que se le acerque nadie por algo que ella pueda juzgar superficial -las insinuaciones sexuales suelen entrar en esta categoría-, tal vez reste importancia a su extraordinaria guapura con ropa discreta, o incluso decididamente nada sexy de tonos oscuros -el negro no sólo es su color favorito sino también el asociado a su signo-, con el propósito de llamar la atención lo menos posible. El cabello echado hacia atrás yesos famosos ojos grandes, oscuros y almendrados, a menudo escondidos debajo de unas gafas de estudiosa, con una notable tendencia a la miopía, le dan a nuestra dama Capricornio un aire de bibliotecaria. Como ese personaje de tantos libros y películas, la Capricornio de la vida real parece estar esperando, por no decir muerta de ganas, perder esas gafas, soltarse el moño y desrnelenarse. Pero prefiere caer en la cuenta de todo su potencial sexual poco a poco y florecer en su momento, en lugar de estallar de repente y acabar por atraer experiencias que sólo son flor de un día. No le entusiasma la idea de que se la liguen, por lo que se mantiene al margen de la interacción social, a veces hasta tal extremo en sus esfuerzos por parecer una zona prohibida que acaba por desfeminizar su imagen. Una lista de mujeres famosas Capricornio -que incluye entre otras a Diane Keaton, Maureen Dowd, Patti Smith, Sissy Spacek, Marlene Dietrich, Annie Lennox, Diane Sawyer, Juana de Arco, y la acertadamente llamada Marianne Faithfull (efiel», en inglés)- revela un grupo de bellezas austeras que prefieren masculinizarse un poco con pantalones sastre, trajes e incluso alguna rara corbata. La Capricornio modélica Mary Tyler Moore llegó incluso hasta el punto de luchar contra los ejecutivos de una cadena de televisión en la década de 1960 por su derecho a usar sus típicos pantalones en El show de Dick Van Dyke.
A un nivel más profundo, la mujer Capricornio es algo serio, no una mera muñeca que tolere que jueguen con ella. Como seguro contra esos avances, cultiva una personalidad firme, a veces severa e intimidatoria, que mantiene a ligones y aduladores a raya. En realidad, parece la inventora de la actitud distante: su conducta por defecto es evitar que la gente se acerque demasiado física, emocionalmente o como sea. El varón Capricornio podría considerarse un VIP de algún circulo de su propia invención, pero la mujer del signo es, en sí misma, todo un club exclusivo que no acepta solicitudes nuevas para asociarse. Sólo sus familiares y amigos más íntimos, un círculo diminuto de seres queridos, son los que disfrutan de sus muestras de afecto altamente selectivas. En su apogeo, es la personificación de la autocontención, la encarnación viviente del arquetipo de la diosa protectora. Ante todo, se preocupa de su propia supervivencia económica y espiritual.
En una habitación llena de gente, la Capricornio se instala en la periferia; metida en algún rincón cómodo, en un puesto ventajoso desde el que observar a los demás, a veces durante horas, y donde puede evitar precavidamente la presión de la gente. Cuando alguien se le acerca, aunque sea de la manera más inofensiva, su reflejo inmediato es retroceder, a menudo retrayendo, literalmente, su noble barbilla e inclinándose hacia atrás. Con expresión en blanco se limita a responder deprisa con monosílabos a cualquier cosa que le digan y evita establecer contacto visual con la esperanza de cortar de raíz cualquier tipo de interacción innecesaria. La cabra es especialmente suspicaz con los cumplidos (aunque suelen emocionada en secreto), porque desconfía de que los comentarios sean el trampolín de una insinuación hecha y derecha. Ante las conversaciones superficiales de cualquier tipo, se da media vuelta y se larga enseguida con una excusa sucinta aunque siempre educada. A decir de todos, es un hueso duro de roer ... y además lo parece. Es alta, de aspecto aristocrático, tan recta de porte como de convicción moral. No puede evitar tener un aire altivo. Mantiene la cabeza erguida sobre un cuello largo y fino, literalmente mira por debajo de su nariz prominente. Los ojos exóticos están siempre vigilantes, dispuestos a disparar en defensa propia, debajo de unas cejas arqueadas con recelo y una frente con forma de cúpula que se caracteriza por el nacimiento alto del cuero cabelludo, cosa que la predispone a esos típicos peinados severos con el cabello hacia atrás y recogido. Aunque posee unos pómulos fuertes, tienden a pasar desapercibidos ya que las mejillas son más robustas que hundidas, la mandíbula decidida y la barbilla atrevida, todo en proporción. Posee una nariz notoriamente respingona, aunque carnosa y nunca con forma de aguja, y un espacio muy amplio entre ésta y los labios, que son llenos y sensuales, pero a menudo fruncidos con expresión ausente o algún tipo de mueca u otra que en general tiende al desdén. Quizá como un guiño a la asociación capricorniana con la resistencia a la adversidad, la muchacha cabra a menudo exhibe pruebas físicas de la recuperación rnerafórica de su signo, como cicatrices, por lo general en la cara. Se trata de un recordatorio visible de que ha tenido que vérselas con dificultades en la vida, emocionales o de otro tipo.
Hay una forma segura de penetrar sus defensas: embarcarse en una conversación que revele inmediatamente inteligencia y, sobre todo, perspicacia. Le gusta contestar con comentarios igualmente sagaces y también está dispuesta a considerar con detenimiento las ideas del otro. Es posible que a partir de ese momento uno vea un cambio súbito en su rostro, a medida que la cautela se transforma en concentración caprichosa: frunce el entrecejo y los ojos, asiente con la cabeza, y chasquea la lengua en señal de acuerdo cuando algo que tiene que ver con la crítica social entra en el discurso. Capricornio es una observadora aguda, una eterna y atenta estudiante de la vida, y aprecia esa cualidad en los demás. En su niñez, lo que en buena medida le granjeó cierta mirada de burla de sus compañeros, era la que se sentaba delante y en el centro de la clase, con los lápices todos con punta y atenta a cada palabra del maestro. A medida que Capricornio madura, sigue definiéndola cierto aire de estudiosa. A cierta altura, es algo que puede entrar en conflicto con los impulsos creativos que pueda poseer, aquellos que necesitan una forma de expresión libre. La seriedad, la estructura y la erudición están todas mezcladas en una montaña sólida de determinación que.define la lucha esencial de la chica cabra: cómo y cuándo abandonar esa reserva típica, y dejar espacio para la espontaneidad y la intuición. O, cuando se trata de una aventura sexual, cómo pasar de la altanería a la guarrería: una transición que le resulta especialmente difícil.
La circunspección que la caracteriza puede atribuirse en parte a la asociación del signo con el grupo de edad comprendido entre los sesenta y tres y los setenta años, que también explica bastante su estilo conservador y austero, y su amor por el negro funerario, gafas de abuelita, pendientes con cruces y otros talismanes religiosos. De la misma forma, suele volverse canosa muy pronto, lo cual, combinado con su piel de alabastro, de joven la hacen parecer mayor de lo que es. Las mujeres Capricornio más morenas, también tienden a ser más claras y a tener un cutis más de porcelana que otras mujeres de su familia. Pero a medida que madura, sucede lo contrario y empieza a parecer cada vez más joven. A medida que pasan los años, su aspecto se altera muy poco y, como una montaña, se transforma en el símbolo de la autoconservación. Cuando se trata de ejercicio, las disciplinas relacionadas con la meditación, como los estiramientos, el yoga, el Pilates o la danza, formas todas ellas que exigen la proverbial conexión cuerpo-mente-espíritu, son las que más le atraen: además, teniendo en cuenta las articulaciones regidas por su signo y especialmente esas rodillas frágiles, a la anciana del zodíaco no le van muy bien las actividades muy energéticas. El yoga se adapta especialmente bien a la durmiente de la astrología, ya que se tiende a dominarlo sólo con el tiempo.
Capricornio parece cualquier cosa menos deportiva en el sentido tradicional. Una figura explícitamente llena de curvas impide cualquier cualidad aerodinámica en sus movimientos, así como una estructura ósea densa y muchas veces pesada. Aunque de hombros delicados, con brazos largos y delgados, la cabra suele poseer pechos rotundos, los cuernos duales de la abundancia, y, en general, una cintura estrecha que da lugar a caderas amplias que crean unas curvas anatómicas muy cerradas. Se podría decir que parece un Modigliani: con un talle exageradamente largo, aunque raramente zanquilarga. Y aunque le gusta exhibir sus delicados antebrazos, muñecas, pantorrillas y tobillos, tiende a ocultar sus muslos, más sólidos, y el generoso trasero. De igual forma, la entrepierna es recatada y discreta, cubierta por una mata rala de vello fino, cuyos pliegues más íntimos no son en absoluto protuberantes, mientras que el clítoris es pronunciado y se encuentra con facilidad. A pesar de cualquier intento externo de androginia, la ultrafeminidad de la mujer Capricornio desnuda es indiscutible. De hecho, es monumental. Sin embargo, hay que tener arte para hacer que esta figura icónica de mujer baje la guardia y, sencillamente, salte a la cama.