El hombre Libra. ‘El personaje’
Libra es el hombre renacentista del Zodíaco. Para él, la vida es arte, y se plantea la existencia como lo haría un pintor enfrentado a una tela blanca, sintiendo el poder para crear un mundo basado únicamente en sus visiones idealizadas mientras se esfuerza en atrapar realidades abstractas y radicales que siente que hasta ahora han permanecido fuera del alcance de la humanidad. Está en sintonía natural con las energías ordenadas y no caóticas del universo, por lo que es un hombre de muchos principios y filosófico. El Libra es perfeccionista, cuando no platónico, y siempre busca condiciones de mejoramiento tanto para él como para otros; ver las cosas de color de rosa, sin embargo, lo puede exponer a grandes decepciones. Es de creencias liberales y pionero en el plano intelectual, lo que suele acabar enfrentándolo con los aspectos más convencionales de la sociedad. A pesar de ser librepensador, el Libra es típicamente tradicional en su necesidad de una relación estable, lo que no excluye necesariamente flirteos extracurriculares, de pensamiento o acto. Le atraen las mujeres independientes, un igual intelectual, con quien pueda vivir en mutua armonía conservando sus esferas de influencia respectivas. Para él el amor es un encuentro de mentes, y la mujer debe compartir su apreciación por los ideales intelectuales, la estética y un enfoque sensual, cuando no etéreo, del sexo. Las relaciones con otros hombres adoptan un carácter fraternal que le impide muchas veces acceder a sentimientos amorosos y profundos. No se implica a fondo con los amantes, y sus lazos recuerdan más a amistades pretenciosas de naturaleza mucho más homoerótica que abiertamente caliente y fuerte.
Cuerpo y alma.
El hombre Libra podría ser el personaje más interesante del bloque astrológico. Desde su fisonomía animada hasta su forma de vestir caprichosa, pasando por sus expresiones exageradas, no se puede negar que el chico de la balanza llama la atención. Eternamente juvenil y más mono que guapo en el sentido clásico, puede parecer casi salido de un cómic o, en algunos casos, de un chiste. Orgulloso de haberse creado un estilo personalizado, a este dandi de cara de niño le encanta revolotear por la ciudad, entrar y salir con toda naturalidad de mundos sociales muy diversos, adaptándose fácilmente y con un estudiado armario apropiado para cualquier situación. Aunque es un poco más alto y delgado que otros miembros de su familia, el hombre Libra consigue tener un definitivo aspecto querúbico. Tiene la cara redonda, de goma y totalmente expuesta por un nacimiento del pelo extremadamente alto; cabellos rizados o ralos, aunque finos; ojos almendrados y hundidos enmarcados por párpados gruesos; posibles hoyuelos en las mejillas, y nariz recta pero ligeramente achatada y flexible, casi como si no tuviera cartílago. La boca: una hendija horizontal más bien pequeña que se frunce ligeramente en sus extremos, rematada por un labio superior con acertada forma de arco de Cupido, que le da una expresión de niño a punto de hacer pucheros. Pese a su aspecto casi de teleñeco, tiene el semblante algo melancólico, como el del payaso triste que hace reír a los demás. Por supuesto, la posesión de un ingenio excepcional es un derecho inalienable del Libra, célebre por saber sentarse a escuchar tranquilamente lo que dicen los demás solo para interrumpirlos en el momento oportuno con alguna buena ocurrencia. Es un maestro de los juegos de palabras, las indirectas, la ironía y los dobles sentidos: si bien hay gente que puede tardar un poco en captar por completo la gracia de su brevísimo comentario, en cuanto se enteran de todo lo que ha querido decir estallan las risas más estentóreas. Aunque tal vez finja estar de vuelta de todo, al hombre Libra le encanta socializar; de hecho, tenderá a decir que odia estar solo. Poca gente da tanta confianza tan deprisa como un Libra, que acoge a los extraños como si fueran parientes perdidos, ya que su instinto le hace abrirse a todos en todas las situaciones. Al tener un carácter tan gregario, los miembros más serios del Zodíaco lo malinterpretan muchas veces como el típico frecuentador de fiestas superficial. Sin embargo, el chico de la balanza no desconoce la soledad y la depresión. Lo que pasa es que le parece de mala educación andar quejándose ante los demás; ya que está acostumbrado a desconectar de los malos rollos de su alma.
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